lunes, 27 de enero de 2014

Abuela.

Evoco todos aquellos recuerdos, todos esos buenos recuerdos en los que caminabas de mi mano cuando comenzaba a andar, cuando calmabas mi llanto cada vez que tropezaba y me daba contra el suelo, y ojalá aún lo hicieses, porque es cuando más te necesito.  Recuerdo todas esas historias que perviven en mí más que nada. Recuerdo tantas cosas de tí, que lo último que olvidaría sería el sonido de tu risa y tus enormes ojos grises enterrados en esa pálida piel arrugada tras el cristal de tus gafas. Recuerdo cada noche que me abrazaste en una pesadilla y controlaste mi miedo.
Tantas promesas nos hicimos que me faltarían años para nombrarlas todas. Te echo de menos, más que a nadie.
Echo de menos que tomes mi mano para enseñarme a enfrentarme a la vida, abuela. Hay tantas veces que me gustaría volver a verte, únicamente para darte gracias por todo lo que me enseñaste, para pedirte que no te volvieras a ir nunca más y decirte mil veces que lo siento por todo lo que haya hecho que haya podido decepcionarte.
Para mí, abuela, siempre estás en todos lados. Te veo cada mañana al despertarme, cada día en el colegio, en la caligrafía y en las faltas de ortografía, te veo en el cielo azul y en el océano. Hay tantas cosas que me recuerdan a tí, como la música, tantas canciones que cantamos juntas y tantas historias y secretos que compartimos.
Hay veces que me veo sentada sola, con un invierno en mí, y recuerdo aquellos tiempos en los que no había dolor en mi inocencia. Me protegías, y lo agradezco.
Hay veces, que me gustaría no aferrarme a tus recuerdos cada vez que te echo de menos, me gustaría aferrarme a tí, al menos, una última vez.

lunes, 30 de diciembre de 2013

DRUGS ARE YOU.

Notó el sabor ácido del éxtasis en sus labios, deshaciéndose poco a poco en su boca. Todo comenzaron a ser risas y aceleración. La música dance de la discoteca se le metía en el estómago dándole un impulso a bailar, a comerse el mundo. No paraba de reir, ni moverse. Y ahí estaba él, avanzando poco a poco hasta ella, como si flotase. La abrazó por la espalda y comenzó a besarle, la boca del chico sabía a alcohol, a ginebra exáctamente.
Deambularon por la discoteca, y llegaron al baño, se apoyaron en la pared y se besaron con aún más intensidad, todo iba rápido ahí fuera, y tan lento entre ellos dos. "No, aquí no", dijo ella como si estuviese en un sueño, pues la droga ya le hacía efecto desde hacía un tiempo.
Fueron a pie, pues el apartamento de ella no estaba más que a una manzana del sitio. La llevó a la cama y comenzó la noche, su noche. Él se movía sobre ella con agilidad y ella gemía al ritmo de su respiración.
Abrió los ojos, pues el sol entraba através de las ventanas, fue a besarle, a él, su chico, a quién tanto quería y había echado de menos estos meses. Pero no era él quién estaba enredado en las sábanas blancas de su cama, no era la clara tez de su piel, ni su corto cabello oscuro a quién veía, no era la respiración que quería escuchar. Y en ese momento, supo, que él no volvería y que ella le seguía amando.

martes, 24 de diciembre de 2013

HOLA BLOGGERS! Felicies fiestas a todos (aunque yo no sea nada creyente) pues feliz navidad a todos. Y que lo paséis genial con vuestras familias y amigos. Que tengáis un montón de regalitos y que os salga todo muuuuuuy bien.

Espero  que al que no le haya ido muy bien este 2013, tenga mejor suerte este nuevo año que entra. Y que sigáis escribiendo mucho, que muchos blogs son geniales!
Un besito y FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO.

domingo, 15 de diciembre de 2013

DESTROZA TU DIARIO

Bueno, pues destroza tu diario es un libro en el que tienes que decir lo que te dice en cada página, y.... el blog de Alba http://hagamos-un-nosotros.blogspot.com.es/ ¡Lo sortea hasta el 19 de enero!
Así que, suerte a todo el que participe^^

Libros Infinitos

lunes, 9 de diciembre de 2013

5ª Sinfonía, Beethoven.

Treinta y tres minutos y cuarenta y tres segundos de puro nervio.
Primer segundo y es como el cielo en una tormenta eléctrica, primero se encuentra amansado y en menos de un latido, un relámpago refulge con todo su esplendor en  mitad del oscuro cielo, todo parece elegante ahora, lo hace elegante. Comienza a relajar el ritmo y te encuentras envuelto en esa tormenta, azotándote los tímpanos. El sonido de los violines, aumentando desde un mezzoforte a un fortísimo. 
Sigue pareciéndome esas tormentas que acaban perdiendo densidad pero que de un momento a otro, un estrepitoso trueno enmudece al mundo, te deja sin palabras, te sientes desnudo pues aquello quita la grandeza a todo lo que pasa por dónde está y arrasa con todo, como un tornado, que adopta mayor velocidad  y tamaño por cada paso que da. Y en menos de un minuto, escuchas una lucha entre Apolo y Zeus. Apolo luchando por la paz, por la serenidad, el brillo del sol luciendo en el cielo, la belleza de la tranquilidad en la naturaleza, y Zeus, luchando por lo estrepitoso, por tormentas, por ruido, por fulgores morados en la bella cúpula azul grisácea, la lluvia golpeando todo a su paso empapándolo todo, y mientras tanto, el sol, tratando aparecer donde hay cualquier hueco entre toda aquella grandeza en la oscuridad. Y la tormenta gana, siempre gana, lo fuerte gana a lo débil, a lo delicado. Lo llena de grandeza oscura y elegante todo, y el cielo queda oscuro teñido de malva para siempre.

Tras la oscuridad, llega la calma, no todo puede ser oscuro para siempre, y ahora, todo está teñido por una fragilidad musical que parece envolverte en un abrazo, te deja llevar; como la cálida brisa de la primavera. Todo es sereno, te deja llevar como si estuvieses bailando en uno de esos salones de un palacio del siglo XVIII, lleno de florituras, decoraciones, y cosas bellas y extravagantes.
Este andante es como el efecto del éxtasis en tu organísmo, unos cambios constantes de velocidad que te hacen sentir desubicado del mundo en el que vives. Es como una balada de rock, en el que notas la añoranza en el pecho, que va abriendo una herida que evoca lo más profundo que hay en tí, pasando por todos los recuerdos, desde el más sereno, al más ácido hasta el más agridulce de ellos.
Es como la primavera, bella y delicada, rozando una melancolía etérea, casi inerte e inexistente.
No sabes a dónde te llevará, cual es su finalidad ni el destino que te espera cuando ésta te deja llevar, es como una montaña rusa, con sus altos que descienden con una sensación de ir a la velocidad de la velocidad de la luz, te arrastras hasta lo más profundo, y parece que no vas a salir de ahí, te sientes ahogado en tu propia agonía, pero cuando menos te das cuentas, ha acabado, ya has salido, para siempre, y no vas a volver a sentirlo igual, pues cuando vuelves a escuchar el segundo movimiento por segunda vez, ya no es igual a la primera vez, es distinto.

Me encuentro subiendo lentamente a la cúspide de la vida, como si no importase nada, nada me impide avanzar, veo la meta y me acompaña una alegre melodía, que parece cogerme de la mano, me da ese aliento que necesito para continuar, para subir, para acabar, para sentirme glorioso. Es lo que parece Beethoven susurrarte mientras escuchas esto. 
Brinda orgullo, alegría y toda la desidia que encontrabas antes, ya no está,
Pero todo aquello que mostraba alegría, no está, te encuentras una resistencia, y hace el ascenso más lento y te ves agonizado como a falto de aire, como si resbalases y cayeses una y otra vez.  Te duelen las manos las tienes rajadas y no te dejan apoyarte en nada pues sientes punzadas en cada uno de tus músculos, ya no está esa melodía que antes te acompañaba, y piensas que no va a volver a estar. Pero miras hacia arriba, y ves que queda nada, que en escasos pasos, estás en la cima, que has llegado, en tus último aliento, recoges las pocas fuerzas que te quedan y aumentan como una escala logarítmica, te encuentras glorioso, ahora sí, tienes todo lo que buscabas. Escalas y no te importa nada, te da igual todo lo que pase a tu alrededor, progresas, avanzas y de eso iba, progresas y cuando cojes carrerilla, ya nada te para, eres como un ciclón, como un maremoto, imparable, con la fuerza de algo recién salido de lo más profundo de la tierra.

Estás arriba, ya no hay más para subir, acabaste, llegaste al final, miras abajo, y recuerdas la dificultad del ascenso, y la plenitud que sientes al estar ahí en la cima, te sientes imparable, pero ya no te queda nada, y se acabó. Ya no volverás a sentir lo mismo cuando vuelvas a evocar el numero cinco, ni el nombre Sinfonía. 
Ha sido como la primera vez que la escuché, prestando atención a todos los detalles y haciéndola vibrar en mis oidos de una forma especial.