viernes, 25 de marzo de 2011

son pequeñas imperfeciones que no se ven a simple vista#

es de noche, estoy sentada en la cama, sola en casa; hace frío, el viento aporrea los cristales, se oye como la lluvia cae sobre el tejado y el suelo de la terraza; a lo lejos, se oye la sirena de una ambulancia. Los muebles crujen y sonidos de coches llegan a mis oídos, puedo distinguir el sonido de las olas y el ruido de la carretera.
Miro al frente, veo la ventana, las cortinas a rayas de colores, desde allí puedo ver las casas de mi urbanización, todas uniformes, del mismo color naranja pálido, tras ellas puedo ver algo moviendose, seguramente las olas; una luz amarillenta aparece y desaparece, quizás el faro al que suelo ir los domingos en bicicleta. Cierro los ojos, pienso en aquel lugar; hay una gran verja de hierro color granate, una cuesta que baja, tiene un camino lleno de piedras. Veo la torre del faro, esa que tantos buenos recuerdos me trae. Una pequeña puerta de color roja, y el faro a rayas rojas y blancas, al ir subiendo con la vista te das cuentas de las ventanas, tienen forma ovalada; el faro, conforme llega a el tope va haciendose más estrecho, una gran cristalera con un foco y una cortina blanca. 
Suena un trueno, derrepente abro los ojos, me tapo con el edredón rosa y me abrazo a un oso de peluche. Sigo mirando al frente, continuo viendo la oscuridad de la noche, no se divisan las estrellas ni la luna, solamente una gran niebla que lo cubre absolutamente todo.
Continuo, vuelvo a cerrar los ojos, de nuevo veo aquel lugar, donde está el faro. Hay una casa blanca, con cuatro ventanas y un porche con una mecedora color pino, las ventanas tienen unas cortinas rojas a cuadros, la puerta es verde y el tejado rojo.
Llego con el pensamiento a la balustrada blanca, donde está el acantilado, allí suele estar el gato negro de los ojos azules. La mayoria de veces me paro allí y me quedo contemplando el corte de las olas con las rocas del acantilado. Llego a un jardín donde hay flores de muchos colores y un cespéd de verde intenso. Allí, en medio de aquel jardín hay un almendro, que en primavera florece y tiene unas preciosas flores rosas. Bajo el almendro suelen estar los dos perros, el blanco y el negro... mi padre dice que llevan allí mucho tiempo, desde que el tiene quince años.
Si se sigue adelante puedo ver un columpio atado a un árbol, las cuerdas de este, están desgarradas.
Vuelvo a ver la verja de hierro granate, esa que tiene un detalle de una gaviota.
Abro los ojos, veo todavía la luz.
Att:Make Real A Dream.

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