domingo, 29 de septiembre de 2013

I.

No es que fuera gran cosa, para nada, pero tenía un gran carisma y eso es lo que le hacía atraer a la gente. Su larga melena pelirroja y sus impactantes ojos verdes que se clavaban frente a los tuyos como arpones, su pálida piel que dejaba ver a través de ella. Tenía una apariencia frágil, como si fuera de cristal, como la llamaban o la chica etérea. Además, era la mejor domadora de dragones de su aldea, tenía buena conexión con ellos, se decía que su madre, a la que nunca conoció, antes de tenerla, era capaz de montar a lomos de uno, lo cual nadie en el condando consiguió.
Ella, la chica de cabellos de fuego y piel de cristal, era única, pues solo ella conocía el lenguaje de los dragones, pero independientemente de ello, no era capaz de hablar con ninguna persona si no era cuestión de vida o muerte. Se rumoreaba que era muda, aunque solo unos pocos la escucharon hablar.
Muchos se volvían locos al mirarla a los ojos, pues decían que le hablaban sin articular palabras. Y también por ello le decían que estaba malidita. Decían demasiadas cosas sobre ella, y era por ello por lo que odiaba a los humanos, su comportamiento estúpido y egoísta que se movía a través de rumores inciertos.

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